Nos enfrentamos con un auténtico problema de magnitud. El clima de la Tierra está sufriendo unos cambios importantes y potencialmente peligrosos, y las actividades humanas en gran medida son responsables para estos cambios. La comunidad científica ha llegado a un fuerte consenso de que los gases de efecto invernadero están acumulándose en la atmósfera, causando un alza en las temperaturas del aire de superficie y de los océanos. Las tendencias históricas continuas resultarán en un calentamiento adicional en el curso del siglo XXI (las proyecciones actuales indican un aumento global de 1,4oC (2,5oF) a 5,8oC (10,4oF) para el año 2100). A esto cabe agregar posibles aumentos en el nivel del mar y cambios en las precipitaciones, incluso inundaciones y sequías más frecuentes. Nuestras fuentes de energía y nuestro equipo de capital tendrán que ser muy diferentes para mediados de este siglo si hemos de evitar las más graves consecuencias. ¿Cómo propulsaremos nuestra economía? ¿Cómo lograrán los países --industrializados y en desarrollo por igual-- las reducciones necesarias en sus emisiones de gases de efecto invernadero al mismo tiempo de satisfacer sus metas de expansión? Y a nivel más cotidiano, ¿cómo nos trasladaremos a nuestro lugar de trabajo? ¿En qué tipo de edificios de oficina trabajaremos? ¿Qué tipo de automóviles y camiones manejaremos? Están emprendiéndose algunas medidas positivas. Muchos países se van inclinando hacia la ratificación del Protocolo de Kioto, y se están desarrollando varios programas para la comercialización de emisiones de gases de efecto invernadero. El Plan de Compraventa de Emisiones del Reino Unido --un sistema nacional encaminado a reducir las emisiones y permitir su negociación-- comenzó en abril de 2002, y la Unión Europea ha elaborado un sistema de compraventa de emisiones de dióxido de carbono (CO2). Pese al rechazo del Protocolo por la Administración del Presidente Bush en los Estados Unidos, existe actividad legislativa en el Congreso y en los Estados encaminada a reducir las emisiones. Por ejemplo, los Senadores John McCain (republicano, Arizona) y Joseph Lieberman (demócrata, Connecticut) han introducido una legislación que establecería un programa de compraventa de emisiones de gases de efecto invernadero. Es poco probable que la ley entre en vigor dentro de poco, pero de todos modos ha ayudado a provocar un debate que debería haberse iniciado hace mucho sobre el problema de cómo Estados Unidos, el mayor emisor de gases de efecto invernadero del mundo, habrá de vivir de acuerdo a sus obligaciones. Pero lo que se está haciendo dista mucho de ser suficiente. Es necesario que combinemos una visión a largo plazo de un futuro favorable al clima con las estrategias a corto plazo que nos conducirán a ese futuro. En última instancia, debemos reducir radicalmente las emisiones de CO2y otros gases de efecto invernadero para protegernos a nosotros mismos, a la economía mundial y al medio ambiente. Debemos transformar fundamentalmente la manera en que impulsamos nuestra economía mundial, alejándonos de un legado de uso de combustibles fósiles en persecución de fuentes de energía más eficientes y renovables. La sociedad tendrá que dedicarse a un esfuerzo concertado tanto a corto como a largo plazo, tratar de encontrar oportunidades y diseñar medidas para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero. Debemos empezar ahora mismo a identificar las medidas necesarias para la transición a una economía global nueva, favorable al clima. Existen estrategias a corto plazo que podrían reducir significativamente las emisiones de gases de efecto invernadero sin necesidad de cambios radicales en tecnologías y estilos de vida. Las mejoras en la eficiencia, por ejemplo, pueden ahorrar dinero y reducir las emisiones al mismo tiempo. A más largo plazo, no podremos hacer realidad nuestra visión para el futuro --o siquiera aprovechar los millares de mejoras a corto plazo ambiental y económicamente ventajosas-- sin fuertes políticas para la reducción de los gases de efecto invernadero. Estas políticas podrían incluir los siguientes: Con más de 100 países comprometidos al Protocolo de Kioto, este acuerdo-hito podría entrar en vigencia dentro de poco. Si esto llega a realizarse, su lanzamiento podría enviar una fuerte señal a los mercados de que las emisiones de gases de efecto invernadero tienen su costo; será una declaración de la voluntad multilateral para confrontar un reto esencialmente mundial. Pero no será más que un primer paso. Sin la participación de los Estados Unidos, el Protocolo apenas cubrirá un 40% de las emisiones globales, y únicamente para el próximo decenio. No obstante, el reto más inmediato reside en los Estados Unidos. Cuanto más tiempo tarden los encargados de decidir las políticas estadounidenses de encarar seriamente los problemas del clima, tanto mayor será el riesgo para el clima y para la reputación del país en el mundo. A la larga, únicamente podremos encarar el cambio climático mediante una drástica reducción de nuestras emisiones del uso de combustibles fósiles. Si ha de ser efectiva, nuestra respuesta a este reto debe comenzar ahora mismo. El uso energético y el cambio climático están inextricablemente vinculados uno con otro. Los cambios que hacemos hoy en los debates de política energética alrededor del mundo ejercerán un impacto directo sobre las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero hasta un futuro lejano. A menudo, los objetivos de la política de energía y clima se consideran como metas en competencia. En realidad, puede existir una importante convergencia entre ambas. Muchas políticas viables y beneficiosas desde una perspectiva de seguridad también pueden reducir las futuras emisiones de gases de efecto invernadero. No obstante, es innegable que la tarea entre manos no es fácil: debemos reducir nuestras emisiones del uso de combustibles fósiles de forma considerable y comenzar en serio a desarrollar las tecnologías y las fuentes de energía alternativas que ayudarán al logro de reducciones auténticas y constantes en las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero.
Un claro interés comercial
Un creciente número de grandes empresas, incluso miembros delBusiness Environmental Leadership Council (BELC) del Pew Center, ven un claro interés comercial tanto en reducir sus emisiones de gases de efecto invernadero como en ayudar a configurar un futuro favorable al clima. Los 38 miembros del BELC representan casi 2,5 millones de empleados y sus ganancias combinadas ascienden a 855.000 millones de dólares. Tienen diversas estrategias para reducir las emisiones. Alcoa, por ejemplo, que opera en más de 40 países, está desarrollando una nueva tecnología para fundir aluminio que, de tener éxito, permitirá a la empresa reducir sus emisiones a la mitad del nivel registrado en 1990 en el curso de los próximos nueve años.
En particular, debemos determinar cómo habremos de satisfacer la creciente demanda para electricidad. No hay solución simple en el horizonte. Es dable esperar un futuro con mayor uso de gas natural (si aumentamos el suministro y satisfacemos las necesidades de infraestructura), con un uso en constante aumento de renovables (el progreso de la energía eólica a través del último decenio nos permite vislumbrar cierta esperanza), con mayor énfasis en la diversificación de la generación de energía y en calor y energía combinados, con la proporción de la energía nuclear a su nivel actual como mínimo, y por último, con carbón, si logramos la captura y el secuestro del carbono y la convertimos en un combustible económicamente viable.
Si el Protocolo entra en vigor o no, el reto seguirá siendo el mismo: hacer participar a todos los principales emisores del mundo en un esfuerzo a largo plazo que movilice abiertamente los recursos y la tecnología necesarios para proteger el clima mundial. Un acuerdo que tenga efecto --que incluya no sólo a los Estados Unidos sino también a los países en desarrollo-- con toda probabilidad será diferente a Kioto. Lograrlo llevará tiempo.
Eileen Claussen es Presidenta del Pew Center on Global Climate Change.
12/12/08
HORA DE ACTUAR EN SERIO
Eileen Claussen hace un llamado a emprender medidas inmediatas para crear una estrategia para un futuro de energía favorable al clima.
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